26/3/08

Memoria histórica

Ya sé que acabo de subir fotos de una nevada. Sin embargo, ante la estupefacción de algunos lectores (debo añadir que todos son de la gran ciudad) no pude resistir la tentación de publicar en mi blog fotos de la primera edición, para demostrar que hemos disfrutado de nevadas mucho mayores y consiguientemente de más días de aislamiento (Uli y yo lo agradecimos bastante) el año pasado. En fin, buscaros una silla donde sentaros antes de mirar bien estos testimonios de nuestra vida rural. Pero no os preocupéis, creo que por este invierno se han terminado las nevadas, así que ya podéis venir todos a visitarnos...

Primero decir que era nuestro primer año en la montaña palentina y no estábamos muy bien preparados. Ésto, señores y señoras, no es un traje espacial de última generación, ni nada por el estilo... ¡Así salimos nosotros a la nieve!
Se aprecia claramente que son bolsas de basura y celo de mudanza. Fue bastante efectivo, pero hasta que conseguimos salir...



Ésta es nuestra casa afectada por el frío y la nieve. Estábamos preocupados porque pensábamos que se iba a hundir el tejado, pero luego deducimos que si había aguantado nevadas de antes del cambio climático, también iba a aguantar ésta.

Aquí estamos nosotros, en una expedición por Puentetoma llena de peligros y adversidades que pusieron a prueba nuestro valor innumerables veces.
Primero salimos de casa después de haber reunido todo el equipo necesario. El explorador más joven tuvo que ir en una silla portátil, ya que estaba de nieve hasta las cejas. Conseguimos abrir una zanja lo suficientemente amplia para salir y avanzamos con dificultad hasta la plaza. Allí comprobamos que un enorme muro de nieve no nos dejaba pasar, por lo que tuvimos que retirarlo y construir con él un muñeco de nieve que protegiese la salida hasta que volviésemos. Continuamos nuestra travesía hasta las últimas casas, donde casi perecimos bajo una lluvia de cortantes carámbanos. Entonces apareció un terrible gigante de hielo que exigía un voluntario para eliminar todos los carámbanos. Mis padres dieron un paso atrás (inconscien- temente, claro) y el gigante me obligó a mí a tragarme todos ellos. Proseguimos azotados por una tormenta de nieve hasta que llegamos por fin a la entrada del pueblo, donde dejamos la bandera en señal de nuestros méritos. Pero todavía no habíamos terminado nuestra odisea, pues aún teníamos que volver. De repente, nos topamos con un abismo muy ancho que no podíamos cruzar. Acampamos cerca de él y comimos la últimas provisiones que nos quedaban. Por lo visto, nuestro perro-guía se había acatarrado, pues en ese instante estornudó estrepitosamente. Asustados, notamos que el suelo comenzó a temblar y temimos lo peor. Efectivamente, se había formado una avalancha que arrollaba todo lo que encontraba a su paso. Por suerte, conseguimos refugiarnos en una cueva, sin saber todavía que la avalancha nos había salvado. Y es que toda la nieve que arrastraba llenó el abismo que nos impedía el paso. Dimos gracias a los Dioses sacrificando un toro blanco que cazamos ese mismo día y nos pusimos de nuevo en marcha. Llegamos sin mayores contratiempos a la plaza, aliviados de que nuestro muñeco de nieve hubiese conseguido mantener la brecha abierta. Ya creíamos haber llegado sanos y salvos a casa cuando surgió de las heladas profundidades del río Lucio el terrorífico caballero yeti, montado en un monstruo de grandes fauces y dientes, y se lanzó en nuestra persecución. Era blanco, peludo y olía como mil cadáveres pudriéndose al unísono. Su aliento era gélido y lanzaba rayos de hielo por los ojos. Portaba una lanza que apuntaba hacia nosotros y alrededor de la cintura, un hacha de dos filos, un martillo y un látigo. Nosotros corríamos como alma que lleva el diablo y aunque la nieve nos llegaba casi a la cintura, logramos escapar y llegar enteros a casa.


Por último, una foto tomada durante el deshielo, en la que se ve la llanura de inundación del río Lucio, después de la crecida de éste. Toda la pradera entre Puentetoma y el próximo pueblo estaba inundada. Si no fuese por los inconvenientes de tener el agua a la puerta, sería bonito estar a dos pasos de las "marismas de Doñana".

1 comentario:

isa dijo...

guau, menuda aventura, casi se puede hacer un guión para una película, aprovecha, porque aventura como esas los terraqueos urbanos no la disfrutaremos.
besitos
ripley