Había escrito una definición muy por encima del Siete, sobre las Siete Estrellas Peregrinas que estudiaban los astrónomos babilonios, sobre los siete sentidos, sobre las siete esferas celestes, en las que se creyó hasta Copérnico, y sobre el ciclo lunar, un gran múltiplo del siete. Ahora tocaría el Siete en la Biblia, pero queda mucho por añadir...
En la simbología numérica cristiana, el siete es la suma de todo lo que existe, porque es también la suma de 3, que representa a la Santísima Trinidad y por lo tanto a lo divino, y de 4, que es el número de los elementos fuego, tierra, aire y agua y de las cosas materiales.
El siete aparece frecuentemente en la Psicología y el estudio del comportamiento de las personas, pero no soy capaz de entenderlo exactamente ni resumirlo de forma mínimamente comprensible, así que ¡siguiente!
Aunque hasta ahora hemos hablado de los babilonios como los primeros que usaron el Siete como símbolo místico, pero hay que concretar que éstos probablemente lo cogieron de culturas mesopotámicas como los sumerios, que creían en la existencia de siete Demonios.
En Persia, Egipto e India el siete tuvo igualmente un papel importante. En India, tras siete generaciones se cambiaba la casta y posición social de una familia hacia arriba o abajo según sus méritos.
Y hablando de Egipto, supongo que todos habréis oído de los siete años de vacas flacas y los siete años de vacas gordas. Surfeando en internet me he topado con una página alemana que explica detalladamente el porqué de esas plagas, que están relacionadas con las crecidas y bajadas del Nilo, que se producían en intervalos de dos, cuatro y también siete años. Estos se deben en parte al Fenómeno del Niño en el Pacífico y a variaciones climáticas en el Atlaántico Norte. El Nilo tiene también ciclos de doce, diecinueve, 64 y 256, que los especialistas atribuyen a influencias de los astros.
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